Pensamientos en la oscuridad. El Hobbit. Parte I




¿Conocéis la expresión “estar por los suelos” o “quedarse a la altura del betún”?

Bajo kilómetros y kilómetros muy por debajo del suelo, y sepultado bajo miles y miles de toneladas de tierra, se encuentra el lugar idóneo para que la avaricia, el odio y la mezquindad se adueñen de nosotros hasta pudrir nuestra mente y corromper nuestra moral.

Las Montañas Nubladas. Vistas desde lejos podrían parecer un bonito paisaje pintado por algún artista romántico. Una visión sobrecogedora. Una cordillera cubierta de finos mantos de nubes blancas.

Si nos acercamos más, sin embargo, podemos observar que lo que parecían unas montañas místicas son en realidad las elevaciones de una enorme y peligrosa cordillera. Yo no me adentraría demasiado por esos parajes, no malgastaría fuerzas y energía inútilmente tratando de escalarla, pues el viaje, de hacerlo solo, podía resultar muy peligroso. Quién sabe qué criaturas salvajes o fantásticas mucho más adaptadas a la vida de la rocosa montaña podían acechar desde los salientes o aguardar ocultas en las grutas que, como Gandalf bien sabe, difícilmente están deshabitadas.

Muy por debajo del nivel de la ciudad de las cavernas en la que viven los malvados orcos hay escondido algo más siniestro si cabe, algo oculto, cuyo único deseo consiste en permanecer sin que nadie jamás pueda encontrarlo. Ni siquiera los orcos, criaturas feroces y crueles, se atreven a pasear por aquel lugar. Ya en los límites de su civilización, algunos de los túneles que ellos mismos excavaron conducen irremediablemente a lo que en apariencia son abandonadas cuevas subterráneas.

Si bien la oscuridad era casi total en las galerías de los orcos, aquí ya no hay ninguna esperanza de descubrir el más pobre indicio de algo parecido a luz.

Todo está negro. Todo está tan negro en aquel sitio que, como le ocurrirá al pobre Bilbo, uno no encuentra diferencia alguna entre mantener los ojos abiertos o cerrados.

Pero cualquier sentido es clave, si uno por la peor de las desgracias acaba en ese lugar y desea permanecer con vida.

Todo está en calma. Todo está en el más absoluto silencio, hasta el punto de poder percibir la callada presencia de las aguas estancadas de un frío lago subterráneo.

De repente, el débil sonido tintineante de un trozo de metal cayendo en un suelo rocoso nos hace pensar que en realidad sí que hay algo.

Un siniestro crujir de muelas sobre algo que suena blando y cartilaginoso nos revela que ese algo está comiendo.

PARTE I...

Escrito por Carlos Sánchez 

1 comentario:

  1. ... quisiera escuchar durante más tiempo esa "callada presencia de las aguas estancadas", es de ese tipo de silencios que hoy es difícil percibir, viajaremos pues hasta las Montañas Nubladas para recordarlo pero detendremos el "siniestro crujir" hasta reunir las fuerzas necesarias para enfrentarnos a nuestro propio destino ... gracias Carlos, es un relato fantástico !!!

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